Si has caminado por algún cerro o quebrada en el centro o sur de Chile, tal vez te hayas topado con una roca especial: grande, pesada, con pequeñas cavidades redondeadas talladas en su superficie. Muchos las conocen como piedras tacitas. Y aunque todos hemos escuchado alguna historia sobre ellas —que servían para moler, que eran de los indígenas, que tienen algo de misterio—, la gran pregunta sigue ahí:
¿De dónde vienen realmente?
Durante mucho tiempo, estas piedras fueron vistas como curiosidades del paisaje. Se sabían antiguas, pero no se entendía mucho más. Algunos decían que eran morteros, otros que eran altares. La verdad, por años, se construyó más desde el mito que desde el estudio.
Eso cambió hace poco. Y lo que se ha descubierto transforma por completo la manera en que las miramos.
Lo que se creía… y lo que estamos empezando a entender
Por décadas, las piedras tacitas se interpretaron como herramientas de molienda, sin mayor profundidad. Pero gracias a nuevos estudios arqueológicos —publicados en el libro “Actualizaciones en el estudio de piedras tacitas” (2017)— hoy sabemos que son mucho más que eso.
Las investigaciones, que abarcan sitios desde el centro de Chile hasta el noroeste argentino, han demostrado que estas piedras no estaban solas ni eran anónimas. Aparecen junto a entierros humanos, cerámica, herramientas y restos vegetales, y en algunos casos, incluso forman parte de paisajes rituales o festivos de gran escala.
Pistas profundas: del molido al ritual
Uno de los casos más potentes es el del sitio arqueológico Carmen Alto 6, en la Región Metropolitana. Ahí se encontraron más de 35 entierros humanos alrededor de bloques con tacitas. Junto a ellos había cuchillos de piedra, pipas, cerámica decorada y restos de alimentos.
Estos hallazgos no solo revelan que las piedras tacitas estuvieron asociadas a actividades domésticas, sino también a contextos rituales y funerarios. Su disposición junto a tumbas sugiere que eran parte de prácticas simbólicas ligadas a la muerte, la memoria y lo colectivo. Más que herramientas, eran marcadores de presencia, espacios de encuentro entre los vivos y los muertos.
Nahuelbuta también habla
Aunque la mayoría de los estudios se han centrado en el centro-norte de Chile, también hay registros de piedras tacitas en sectores más australes, como la cordillera de Nahuelbuta. Allí, en medio del bosque y los cerros, se ha identificado al menos una piedra tacita, lo que abre nuevas preguntas sobre la expansión territorial y simbólica de esta tradición.
Que aparezcan en Nahuelbuta no es menor: es un territorio con fuerte presencia mapuche, cargado de significado histórico y espiritual. ¿Se trata de una continuidad cultural más amplia de lo que pensábamos? ¿O de una tradición adoptada y resignificada?
Entonces… ¿cuál es su verdadero origen?
Las piedras tacitas tienen un origen humano, ancestral y profundo. Fueron talladas por distintos pueblos prehispánicos, desde hace más de 3.000 años, en regiones donde florecieron formas de vida que combinaban movilidad, agricultura incipiente, ritualidad y redes de intercambio.
Sí, se usaban para moler. Pero también para marcar lugares sagrados. Para despedir a los muertos. Para compartir alimentos y memorias. En algunos casos, como en el sitio El Shincal (Argentina), fueron parte de festividades estatales del Imperio Inka, con comida y bebida preparada a gran escala.
Más que una piedra
Decir que las piedras tacitas eran solo morteros es quedarse corto. Eran parte de un modo de vida. De una manera de ocupar el territorio que mezclaba trabajo, rito, muerte y comunidad.
No fueron un invento de un solo pueblo ni de un solo momento, pero sí tienen algo en común en todos los lugares donde aparecen: la necesidad humana de marcar el espacio con sentido.
Hoy, cuando una de estas piedras aparece en medio del monte o entre los árboles de Nahuelbuta, no estamos frente a una simple roca con huecos. Estamos frente a un rastro, a veces casi borrado, de una vida profundamente conectada con la tierra.
Y aunque no tengamos todas las respuestas, mirar estas piedras con respeto ya es un acto político. Porque reconocerlas es reconocer también que aquí hubo otros modos de habitar, de recordar y de moler lo cotidiano con sentido.

Fotografía de Piedras Tacitas ubicadas en San Fernando, región de O’Higgins.

Fotografía de Piedras Tacitas ubicadas en Rengo, región de O’Higgins.
Fuente
Este artículo se basa en los estudios recopilados en el libro Actualizaciones en el estudio de piedras tacitas: Nuevas perspectivas (2017), editado por Carolina Belmar, Lino Contreras y Omar Reyes. La publicación reúne investigaciones arqueológicas realizadas en distintos puntos de Chile y Argentina, y fue parte de la Serie Monográfica de la Sociedad Chilena de Arqueología.
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