Leyenda: “El Torito de Caliboro”

En la comuna de San Javier de Loncomilla, en la Región del Maule, se alza el cerro Caliboro, rodeado de antiguos bosques y tradiciones. Es allí donde se cuenta una leyenda que ha marcado la memoria de sus habitantes.

El Torito de Caliboro

Dicen que hace muchos, pero muchos años, vivía en lo alto del cerro Caliboro un animal como ningún otro: un toro enorme y majestuoso, con la piel rosada como el cielo al amanecer, ojos encendidos como brasas, y unos cachos de oro puro que brillaban con el sol.

No era cualquier toro: era el dueño del bosque y del cerro.

Cuentan que su presencia imponía respeto. Donde él pasaba, las vacas lo seguían sin dudar. Lo admiraban, lo obedecían. Y él, como buen líder, las cuidaba. Si había peligro, acudía furioso, y su bramido era tan potente que formaba nubes negras sobre el cerro. Por eso, hasta hoy, cuando el Caliboro se cubre de nubes espesas, los viejos del lugar dicen: “El torito anda bravo, se viene tormenta.”

Pero la codicia humana, como siempre, vino a enturbiarlo todo. Algunos supieron del toro y sus cachos dorados, y se les llenó el alma de ambición. Como no podían atraparlo en los espesos bosques, decidieron quemar y talar hasta arrasar con todo. El único rincón que quedó en pie fue el cerro Caliboro, donde el toro y su manada se habían refugiado.

Pensaban tenerlo cercado. Pero cuando menos lo esperaban, el cielo se cubrió entero, y una nube espesa tapó el cerro desde la base hasta la punta. Dicen que el sol se abrió por un claro en esa nube, y por ahí mismo el torito subió, como si la nube lo esperara. Y tras él, subieron también las vacas que pudieron seguirlo.

El viento empujó la nube con su valioso cargamento, y así, sin decir palabra, el torito desapareció rumbo a la cordillera. Los animales que no alcanzaron a subir se dispersaron por los cerros, y muchos terminaron en manos de los hombres, que aprovecharon para levantar una industria del charqui que duró hasta que no quedó ni un animal.

Desde entonces, nunca más se ha visto al torito de Caliboro. Pero los antiguos creen que algún día volverá. Que cuando el bosque renazca y los animales vuelvan, el torito también bajará de las nubes, trayendo con él la abundancia perdida.

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