Imagina una laguna inmensa en medio del valle central chileno. Un espejo de agua donde hace miles de años caminaban gonfoterios, caballos americanos y los primeros humanos que poblaron este territorio. Ese lugar existió. Se llamaba laguna de Tagua Tagua y estaba justo donde hoy vemos campos de cultivo en la comuna de San Vicente de Tagua Tagua, Región de O’Higgins.
Aunque la laguna ya no está, su historia sigue viva. Y no es cualquier historia: es una mezcla de arqueología, naturaleza perdida y turismo que te invita a mirar el pasado con otros ojos.
Donde anduvieron los primos prehistóricos de los mamuts
Tagua Tagua no solo fue un humedal: fue hogar de algunos de los primeros humanos que llegaron a Chile, hace más de 12 mil años. Estos antiguos cazadores convivieron con la megafauna del Pleistoceno. En las orillas de la laguna cazaban animales enormes, como gonfoterios, usando lanzas con puntas de cuarzo y herramientas de piedra.
Gracias a las excavaciones en sitios como Taguatagua 1 y 2, los arqueólogos han encontrado huesos de animales extintos, herramientas líticas e incluso fogatas que nos hablan de cómo vivían estas personas. Lo increíble es que todo esto estaba oculto bajo el barro de la laguna, y recién se descubrió cuando fue desecada en el siglo XIX.
Un ecosistema único que desapareció
La laguna no era solo rica en historia. También lo era en vida silvestre. Rodeada de totorales, albergaba una gran cantidad de aves como patos, cisnes, garzas y taguas, estas últimas tan abundantes que dieron nombre al lugar. También se formaban chivines, unas islas flotantes de vegetación que navegaban por el agua como balsas vivas. Sí, leíste bien: ¡islas flotantes!
El lago también tenía peces nativos y un ecosistema equilibrado que se mantuvo durante miles de años… hasta que se decidió secarlo.
Del agua a los cultivos
En 1841, tras años de obras, se abrió un canal de desagüe que vació la laguna. ¿La razón? Ganar tierra fértil para la agricultura. Y sí que lo lograron: hoy, donde antes había agua, hay valles verdes llenos de cultivos y viñas. Incluso se dice que algunas de las mejores cepas de Carménère crecen ahí, en suelo que alguna vez estuvo bajo agua.
Pero con el lago también desapareció un ecosistema entero. Aves migratorias perdieron su refugio, peces se extinguieron localmente y muchas especies nativas vieron reducida su población. Fue un gran cambio que favoreció el desarrollo agrícola, pero dejó una herida ecológica.
Un destino turístico lleno de historia
Hoy, la zona ofrece una ruta patrimonial increíble. Puedes visitar un museo donde hay fósiles reales de gonfoterios, como el Museo Escolar Laguna Taguatagua, o hacer senderismo por antiguos sitios indígenas, como el Pucará del Cerro La Muralla, una fortaleza inca en plena VI región. También están las famosas Ruedas de Larmahue, grandes norias de madera que todavía giran gracias al ingenio campesino.
Tagua Tagua: un lugar para reflexionar
La historia de esta laguna es una metáfora viva: el equilibrio entre progreso y naturaleza. Lo que ganamos en desarrollo, lo perdimos en biodiversidad. Pero también ganamos conocimiento: sin la desecación, quizás nunca habríamos descubierto a los primeros habitantes de este valle.
Hoy, Tagua Tagua no es solo un valle agrícola ni solo un sitio arqueológico: es un recordatorio de todo lo que estuvo, de lo que está y de lo que aún puede ser.
Si tienes la oportunidad de visitarlo, hazlo con los ojos bien abiertos: no verás una laguna, pero sí un paisaje lleno de historia.