La leyenda de la piedra del Diablo de Machalí

En Machalí, una ciudad de la región de O’Higgins marcada por tradiciones y leyendas, existe una piedra singular que hoy se encuentra como monumento en la esquina de la calle Los Cerezos. Se trata de una roca con marcas que, según los antiguos, tienen un origen tan oscuro como fascinante.

En 1804, la piedra fue trasladada desde el callejón “Los Comunes” hasta su ubicación actual, en la calle Los Cerezos. Hoy es considerada un atractivo turístico y sigue despertando la curiosidad de quienes pasan por ahí, cargando con la memoria de un momento en que, según la leyenda, el mismísimo diablo dejó su marca en Machalí.

La leyenda de la piedra del Diablo de Machalí

Cuentan los antiguos que, hace muchos años, el Diablo andaba de malas. Nadie sabe con certeza qué lo tenía tan molesto —quizás fue un mal día, o tal vez alguien tuvo la osadía de invadir su espacio sin permiso—, pero lo cierto es que su furia lo llevó a perder el control.

En lo alto de un cerro, cerca de un pantano escondido entre los matorrales, el mismísimo Diablo descargó su rabia contra una piedra. Golpeó con tal fuerza que dejó sus marcas grabadas para siempre. Aún hoy, quienes la visitan pueden ver claramente las huellas de sus garras: manos y pies marcados como testigos silenciosos de aquel estallido infernal. Incluso hay un hoyo profundo, del tamaño de un dedo —unos nueve o diez centímetros— que muchos aseguran fue dejado por uno de sus dedos ardientes.

Se decía también que la piedra tenía la forma de una cabeza, una silueta demoníaca esculpida por la propia furia del Averno. Pero con el paso del tiempo, el viento, la lluvia y la erosión hicieron lo suyo, y esa parte se desprendió.

Fotografía de la Piedra del Diablo de Machalí de www.elrancaguino.cl

Reflexiones en torno a esta leyenda

Cabe destacar que la piedra presenta un orificio profundo que podría corresponder a una piedra tacita, es decir, un elemento lítico utilizado por pueblos originarios con fines rituales o alimenticios.

Recordemos que Machalí estuvo originalmente habitado por los mapuche-pikunche, quienes practicaban su espiritualidad en estrecho vínculo con la naturaleza.

Este tipo de piedras se ha documentado en diversos puntos de Chile central y se estima que su uso data desde al menos el año 1000 d.C., mucho antes de la llegada de los españoles. Con la colonización, muchos de estos lugares sagrados fueron demonizados por la Iglesia y los conquistadores, quienes asociaban las prácticas indígenas con lo pagano o diabólico. Así, lo que hoy se recuerda como una leyenda oscura, podría tener su origen en antiguas prácticas espirituales ligadas a la tierra y a la cosmovisión ancestral del territorio.

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