La Roca de Mankian se encuentra en el sector de Nigue, cerca de Queule. Antiguamente, cuando bajaba la marea, los lugareños decían que se podía ver la figura de una persona petrificada en el mar: era Mankian, un joven castigado por no respetar un sitio sagrado.
Fui conociendo esta historia a través de relatos orales y algunas fuentes escritas. Lo que sigue es una versión que honra esa tradición, con un pequeño toque personal en la forma de narrarla.
Algunos dicen que, por efecto del mar, la figura ya no se distingue. Fui a conocer el lugar y lo comprobé: la roca aún está, pero la silueta humana se ha desdibujado con el tiempo.
Aun así, el relato perdura. Mankian sigue siendo recordado como una advertencia: la naturaleza está viva, habitada por fuerzas que merecen respeto y cuidado.
Mankian: el hombre que se transformó en piedra
En un sector llamado Nigue vivía un hombre llamado Mankian. Era atrevido y no mostraba mucho respeto por los lugares sagrados. Solía ir al lafken (mar) a sacar mariscos y pescados, pero nunca pedía permiso a los seres que habitan esos espacios.
Muy cerca de allí se encontraba una caída de agua: un pequeño trayenko, sitio custodiado por un ngen, el espíritu dueño del lugar. Pero Mankian no lo respetó y se burló:
—¡Parece un chorro de pichi, jajajá!
Ante esta situación, el ngen se enojó mucho con él, lo cual le traería consecuencias.
De pronto, no pudo moverse. Sus pies parecían pegados a la piedra. Intentó salir, pero era imposible. Asustado, empezó a gritar pidiendo ayuda.
Muchos machi intentaron sacarlo de allí, pero no pudieron. El ngen que habitaba ahí pedía cosas.
—Si me das lo que pida, te soltaré —decía. Pero era mentira, ya que no soltaba a Mankian.
La gente que pasaba por ahí también le dejaba pan para que saciara su hambre, pero un día dijo que ya no le dejaran más comida, porque el ngen ya lo estaba alimentando. Ya no necesitaba comida humana.
Así se volvió piedra completamente, incluso su rostro.
—Ya soy lafkenche, soy gente de mar —dicen que dijo.
Nuestros fütakeche (gente mayor) nos recuerdan:
En todos lados hay ngen, espíritus que cuidan la mapu (la tierra). Por eso, hay que pedir permiso y respetar. Si no lo haces, los ngen se pueden enojar… y entonces, podrías terminar como Mankian.
Pero esto no acaba aquí.
Más recientemente, se cuenta que unos militares que pasaron por el lugar en campaña divisaron a Mankian. Uno de ellos, creyendo ver a una persona, disparó contra la roca y le “sacó el sombrero”. Dicen que, al instante, el mar se alzó con furia y estuvo a punto de llevárselo consigo.

Roca de Mankian. Créditos de la imagen: Victoria Llevul Ñancupil.