Cuando escuchamos «Colo Colo», la mayoría piensa automáticamente en el equipo de fútbol. Pero mucho antes de que existiera un balón o una camiseta blanca con banda negra, ese nombre ya pesaba. Y pesaba fuerte. Colo Colo fue una persona real, un lonko mapuche que vivió en el siglo XVI, en plena Guerra de Arauco. Su nombre fue sinónimo de estrategia, liderazgo y sabiduría… y sí, también de guerra.
En medio del fuego, Colo Colo se convirtió en líder
La historia lo sitúa en un momento duro: la invasión española ya había comenzado, y el territorio mapuche estaba lejos de rendirse. Los españoles, tras fundar ciudades como Santiago o Concepción, pensaban que tenían el camino despejado. Pero en el sur, la resistencia era otra cosa.
Colo Colo aparece mencionado por primera vez en las crónicas de Jerónimo de Vivar, un cronista español que escribió hacia 1558. Ahí se le describe como un lonko muy influyente, al mando de miles de guerreros en la zona del valle de Arauco. No era cualquier caudillo: era reconocido como un líder respetado entre varios rewe, y lo seguían no solo por su fuerza, sino por su capacidad de pensar con claridad.
Tras la caída de Valdivia: los mapuche toman el mando
Uno de los momentos clave de esta historia fue la Batalla de Tucapel, en 1553. Ahí, las fuerzas mapuches lideradas por Lautaro derrotaron al ejército de Pedro de Valdivia, el mismo que fundó Santiago. Lo mataron, y eso sacudió todo el dominio español en el sur.
Colo Colo no fue el que comandó esa batalla, pero estaba cerca. Y cuando Lautaro fue asesinado al año siguiente, se necesitaba a alguien con cabeza fría para mantener unida la resistencia. Ahí es donde Colo Colo entra con más fuerza.
Las fuentes lo muestran como un lonko mayor, no el más joven ni el más feroz, pero sí uno de los más sabios. En algunos relatos aparece negociando con los españoles. En otros, combatiendo. En todos, aparece como figura clave en una etapa en que los mapuche no tenían un solo líder, sino muchos lonko que debían coordinarse para sobrevivir.
Colo Colo y el nacimiento de un nuevo toki: Caupolican
Un detalle curioso (y famoso) lo da Alonso de Ercilla, soldado y poeta español, en su obra La Araucana. Allí, Colo Colo propone un concurso de fuerza entre los lonko para elegir al nuevo toqui: levantar un enorme tronco y sostenerlo lo más posible. El objetivo era claro: elegir no al que hablara más fuerte, sino al que pudiera sostener el peso del liderazgo en su cuerpo. Fue una prueba de aguante físico, pero también simbólico. Caupolicán fue quien resistió más tiempo: se dice que sostuvo el tronco sobre sus hombros durante casi dos días enteros, hasta quedar al borde del desmayo. Por ese esfuerzo descomunal, fue elegido.
¿Es real esta historia? Probablemente no ocurrió así, al menos no literalmente. Pero lo interesante no es si pasó o no, sino lo que revela: que Colo Colo era visto, incluso por los españoles, como un estratega con autoridad. Entendía que el liderazgo debía ganarse con hechos, no solo con palabras. Y en tiempos de guerra, una prueba física servía como símbolo poderoso para unir a los guerreros bajo una causa común.
El pensamiento claro también es una forma de lucha
Colo Colo fue escuchado porque pensaba con claridad. Porque en medio del ruido, su palabra era precisa. En la cultura mapuche, la capacidad de reflexionar, de ver más allá del momento inmediato, siempre ha sido más valiosa que el simple arrebato. El mapuche en sus rogativas pide por tener un pensamiento limpio, también usa lawen (medicina) para este fin, el küme rakizuam (buen pensamiento).
Se dice que participó en negociaciones con el gobernador español García Hurtado de Mendoza. No desde la rendición, sino desde la estrategia. Porque también hay sabiduría en saber cuándo hablar. Entendía que una tregua podía ser parte del camino, no un abandono de la lucha.
Eso es lo que lo distingue: no solo levantó alianzas, también sostuvo la palabra. En tiempos donde tal vez muchos querían venganza, él pensó en futuro. Eso también es resistencia.
Después de esas tratativas, las crónicas lo pierden de vista. Tal vez murió. Tal vez volvió a su comunidad. Tal vez, simplemente, se volvió parte del pensamiento colectivo. Lo que importa es que su nombre quedó. No como ruido, sino como una voz firme, tejida en la historia de un pueblo que sabe pensar antes de actuar.
Un mapuche que cabalgó por los siglos
Hoy, su nombre está en canciones, libros, calles… y por supuesto, en uno de los clubes de fútbol más famosos de Chile. El Club Colo-Colo, fundado en 1925, adoptó su nombre como homenaje a este longko. No fue por azar. Fue porque vieron en él un símbolo: identidad, coraje, raíces.
Pero más allá del símbolo, vale recordar que Colo Colo fue alguien concreto. Alguien que vivió en una época de invasión, que enfrentó la violencia, que pensó, que propuso, que lideró. No un espíritu idealizado. Un ser humano con voz propia.
Y tal vez por eso su nombre sigue presente. Porque cuando las cosas se ponen difíciles, siempre es útil recordar a quienes supieron pensar en medio del fuego. Colo Colo fue uno de esos.