Al costado de un camino de asfalto que serpentea como una culebra a través de un valle que parece un corral, se encuentra casi aislada una piedra que, solo por su desaforado tamaño, impone su presencia ante quienes transitan por el lugar.
Su nombre es Retrükura.
Pero más allá de ser una piedra de enormes dimensiones, es un testimonio de antiguos viajeros y su profunda espiritualidad aún latente en nuestros días.
La Retrükura la podemos ubicar a unos cientos de metros del pueblo rural de Malalcahuello.
Mide alrededor de unos 15 metros de altura y, según la ciencia geológica, su origen es volcánico.
Respecto a su etimología, Retrükura significa «piedra parada» o «piedra vertical»; palabra del idioma mapudungun, compuesta por las voces «retrü», parado/a o vertical y «kura», piedra; lo cual tiene una relación directa con su forma alargada.
Un efecto de la colonización es que hoy se la conozca principalmente por el nombre que el invasor comenzó a utilizar: Piedra Santa. De hecho, a unos metros de ella hay una señalética que indica con este nombre la proximidad de la piedra.
Su «santidad» tiene como origen la creencia de que es capaz de conceder milagros. Como una animita, actualmente podemos hallar aquí elementos que dan cuenta de expresiones devocionales como placas de agradecimiento, rayados y figuras de la virgen de variados tamaños. Sin embargo, es evidente que otorgarle un carácter de veneración de estas características da cuenta de una imposición religiosa que probablemente pretendía aplastar las antiguas creencias mapuche pewenche por considerarse paganas.
En lo que respecta a la tradición mapuche, dos relatos cobran fuerza para dar cuenta del poder de la Retrükura.
Se cuenta que en el interior de la Retriküra habita una joven mujer. El origen de esto se relata a través de un epew (relato oral mapuche) que habla de cinco jóvenes de Malalcahuello que perseguían a Millaray con intenciones de violentarla. En su desesperación, ella se escondió en una caverna cercana. El Pillañ Pewenkura, que desde la lejanía observaba la tensa situación, con sus manos desprendió la punta del volcán Lonquimay y la colocó en la entrada de la caverna, impidiendo de esta forma que le hicieran daño a la muchacha. Luego castigó a los jóvenes, pero olvidó retirar la piedra, quedando Millaray atrapada para siempre en el interior de la cueva.
Como dato anexo, cabe decir que el volcán Lonquimay es conocido también como «El Mocho», por la forma achatada de su cima.
También a esta piedra se le llama padre. Esto lo expresa el mapuche Kalvun, a través de testimonios recogidos a finales del siglo XIX por el lingüista alemán Rodolfo Lenz. Según Kalvun, quienes transitaban entre el ngülümapu y el puelmapu, o quienes se aventuraban en la recolección del fundamental ngüilliw (piñón), realizaban ante la Retrükura un nguillatu, es decir, una ceremonia mapuche de agradecimiento y reciprocidad, donde además de dejar palabra, se depositaba una ofrenda en los orificios presentes en la piedra; ya sea alimento, monedas o tabaco, con el fin de buscar protección del ngen mapu o dueño de la Retriküra. De ignorarse la piedra, caería la desgracia. Agrega también que no solo los mapuche dejaban ofrendas, sino también los españoles que transitaban por el lugar.
De esta manera, la Retrükura se nos presenta como un elemento trascendente, un objeto de respeto desde tiempos antiguos, que posee una influencia directa en la vida de las personas debido al newen mapu que habita en ella. Es por esto que se le conversa y se depositan ofrendas, para pedir permiso y buscar su beneficio como efecto del principio de reciprocidad sobre el cual se articulan las relaciones mapuche tanto a nivel social como espiritual.