En Internet se repite una y otra vez que “Chillán” significaría “Silla del Sol”. Sinceramente, según mi opinión, no tiene por dónde. Para mi es una traducción forzada.
Tal vez la idea surgió de una interpretación errónea del término chilla como “silla”, sumado a antu, que sí significa “sol” en mapudungun. Pero esa combinación —chilla-antu— no tiene sentido en un contexto mapuche. Es una lectura antojadiza que proyecta sentidos externos sobre una lengua que tiene su propia coherencia y forma de nombrar el territorio.
La forma más coherente y fundamentada de entender Chillán es desde el mapudungun chilla, nombre que se le da al zorro chilla (Lycalopex griseus), un animal nativo que aún habita varias zonas del sur de Chile.
En la cultura mapuche es habitual que los nombres de los lugares estén ligados a características distintivas del entorno: animales, cerros, ríos, fenómenos naturales. Por eso es razonable suponer que el territorio que hoy conocemos como Chillán fue, en algún momento, una zona donde abundaban los zorros chilla. Esa presencia animal dejó su marca en el nombre, como una forma de registrar el vínculo entre el territorio y estos kulliñ (animales).